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El Palenque de Dihigo

Entrenadores: Perseguida especie

No creo que existe profesión más cuestionada, ni más odiada dentro de la gran división social del trabajo que la de estos hombres o mujeres dedicados a este importante renglón del deporte.

Armando Hernández, entrenador cubano de la Selección Dominicana de Boxeo. Fuente Externa

Por Gilberto Dihigo

Nada humano me es ajeno.

Hay una profesión que sus practicantes deben tener la frialdad del verdugo, la paciencia del sacerdote, la intuición del policía, la genialidad del matemático, la constancia del labriego y la fe de un loco para dedicarse a ella. Si mezclamos todas esas cualidades y la ponemos a fuego lento de ahí saldrá un producto que se llama por cualquiera de estos nombres: entrenador, manager o director técnico de un equipo.

No creo que existe profesión más cuestionada, ni más odiada dentro de la gran división social del trabajo que la de estos hombres o mujeres dedicados a este importante renglón del deporte. Ellos nunca tienen sosiego; sus decisiones son criticadas con ferocidad por todo el mundo y aunque le salga bien cualquier estrategia adoptada siempre será señalada como un golpe de suerte.

Nunca triunfan porque la victoria es conseguida por el equipo. “Cualquiera gana con esos jugadores”, afirman sus detractores. Las derrotas y sus consecuencias siempre se la cargan a su cuenta. El gran drama de estos hombres o mujeres es que su labor solo es reconocida después que mueren o se retiran.

Siempre sobre su cabeza está el hacha del despido. Tienen que conducirse con pies de plomo, porque un racha negativa de reveses o una respuesta brusca al directivo del club puede convertir en polvo su contrato. Esa realidad ocurre desde siempre en el beisbol mexicano, venezolano y en Grandes Ligas.

Si analizamos la historia, el primer entrenador despedido fue nuestro padre Adán, quien al no dirigir bien a Eva y dejara que hiciera lo que le viniera en ganas fue expulsado del paraíso por el gran y único directivo. En realidad el señor hizo una injusticia con el pobre Adán al excluirlo, porque la vida luego demostró que a las mujeres nadie las puede dirigir a su antojo y eso del llamado “sexo débil” des una hábil estratagema de las féminas para imponer siempre su voluntad.

Pueden preguntar por su debilidad en Colombia donde existe una alta cifra de mujeres que golpean a sus maridos. La psicóloga María Camila Cuesta, experta en trauma, dijo a un medio colombiano que existe un escaso registro de estos abusos debido a que “poco se denuncia o se hace publico porque socialmente no es creíble”. Sí, eso del sexo débil es una patraña.

¿No me creen, verdad?. Pierre de Coubertain tampoco creía en ellas y se negó de plano a qué intervinieran dentro de sus adorados Juegos Olímpicos. Al final tuvo que ceder y en 1900 debutaron once faldas en París en dos deportes: tenis y golf. Hoy intervienen en casi todas las disciplinas deportivas e incluso poseen deportes exclusivos para ellas.

Nos alejamos del tema de los entrenadores, manager o directores técnicos. Nadie lo ha dicho, pero es casi seguro que el primer paciente del padre del sicoanálisis, Sigmud Freud fue alguien de esta profesión. Del contacto con esa persona salió su tesis del “deseo reprimido”.

Hay otra enorme tragedia en la vida de los entrenadores, manager o director técnico y es que la gente, pese a todo, los elevan hacia la categoría de dioses infalibles y olvidan que son simples seres humanos con las mismas dudas, temores y complejidades de cualquier hijo de vecino.

El escritor uruguayo Eduardo Galeano califico la exigencia que presiona a los miembros de ese colectivo profesional de esta manera “… pero lo dirigentes y la hinchada no solo le exigen la genialidad de Einstein y la sutileza de Freud, sino también la capacidad milagrera de la Virgen de Lourdes y el aguante de Ghandi”.

Dura muy dura es la vida de esos personas que deciden llevar las riendas de un equipo deportivo. Por fortuna para el entrenador, director técnico o manager, según como sea identificado, puede escapar a veces de la ira del gran publico cuando rebota sus culpas a otro ser tan odiado como él mismo: el árbitro.

La diferencia entre el árbitro y entrenador es que al primero lo critican después de terminar un desafío, mientras el segundo es en toda la temporada. Mientras hierva dentro de cada uno de nosotros ese pequeño estratega deportivo que reprueba al titular de nuestro equipo favorito, siempre estará encendida la hoguera del reproche para esa especie tan perseguida como son los entrenadores o directores técnicos.

Nos vemos pronto, pero mientras tanto sean felices, siempre hay tiempo.

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