
Por Gilberto Dihigo
Nada humano me es ajeno
Los errores son invitados vitalicios en cualquier actividad humana y dentro del deporte su presencia siempre es trágica porque inclina la balanza en el viejo drama de ganar o perder.
El soviético Mijail Botvinnik, ex campeón mundial de ajedrez afirmó en una ocasión que “si el error no existiera en el ajedrez habría que inventarlo”.
Equivocarse es de humanos, dijeron muchos humanistas y el español José Ortega y Gasset argumentó sobre el tema que el reconocimiento de un error es por sí mismo una nueva verdad y como una luz que dentro de este se enciende”. Ortega y Gasset justifica filosóficamente los errores al señalar que “lo más importante es la memoria de los errores que nos permite no cometer los mismos siempre. El verdadero tesoro del hombre es el tesoro de sus errores”.
Federico Hegel, el alemán padre de la dialéctica, va un poco más allá en el asunto y asegura. “Tengan el valor de equivocarse”, mientras el agudo belga Carlos José de Ligne certificó: “Pobre de aquel que nunca se equivoca, nunca tiene razón”.
Pese a todos esos bálsamos que arrojan los pensadores del espíritu humano para reconfortarlo de sus desaciertos, el error es una urticaria que nadie nunca quiere asumir y por lo general coloca al autor del desaguisado en las angustias de la culpa.
Así debió estar el estelar baloncestista de los Cohetes de Houston, Clide Drexler, en los playoff de la NBA en 1997, quien después de una noche afortunada donde lideró la ofensiva de su equipo contra los Utah Jazz, equivocó el camino del ataque en los segundos finales. Ese error permitió que John Stockton liquidó sus esperanzas de pasar a la final.
Del mismo caldo bebió el cartero Karl Malone de los Utah, cuando a solo cinco segundos del adiós falló dos tiradas libres que igualaba las acciones contra los Bulls en la final de 1997. Esas fallas permitieron una canasta decisiva del dios Jordán para inclinar la victoria a favor de los Toros de Chicago.
El cinismo es un arma que utiliza el ser humano para protegerse del golpe que significa el error y definiciones como las míticas leyes de Murphy que dicen: “si algo puede fallar, fallará o “cuando las cosas están saliendo bien, algo saldrá mal”, parecen testimoniar que no existe lo infalible humano.
Claro, nadie espera en realidad hacer las cosas mal, ni ser recordado por su error, pero los hilos invisibles que conducen nuestros actos hacen que sucedan yerros de la envergadura del inicialista Fred Merkle de los Gigantes de Nueva York.
Merkle, en un memorable partido contra los Cachorros de Chicago el 23 de septiembre de 1908, cometió un error imperdonable que le costó el título a su equipo.
Con el marcador empatado a una carrera en la parte alta del noveno capítulo y dos outs, Moose McCormick en tercera, Fred Merkle en primera, y Al Bridley al bate, este último conectó un sencillo al central con el que McCormick anotó.
Fred Merkle se paró entonces entre primera y segunda sin llegar a pisar esta última al pensar que ya todo había concluido a favor de su equipo. Instantes después, ya con el terreno invadido por el público, Johny Evers, quien insistía le tiraran la bola, tocó a Merkle, y este fue puesto out y el jugo fue anulado.
Al reanudarlo días después los Gigantes perdieron 4×2. Así, se les fue de las manos el título de la Liga Nacional, y se inmortalizó la jugada Merkle para cada ocasión en que ocurra algo similar.
Otro error memorable fue el del boxeador cubano Alfredo Duvergel en los Juegos Olímpicos de Atlanta en 1996, quien a pocos segundos de finalizar el último asalto y con la pelea a su favor 15-6 se confió frente al estadounidense David Reid y perdió cuando solo faltaban 36 segundo para terminar.
Una categoría especial dentro del error deportivo es la falla de penalties y los aficionados mexicanos todavía memorizan los desaciertos de sus jugadores en el mundial de 1977 contra la ex URSS y las eliminaciones en los Campeonatos Mundiales de México y Estados Unidos por perder en series de penaltis ante Alemania y Bulgaria respectivamente.
Errar es una condición humana que nadie escapa y, pese a que un compuesto de la naturaleza de los seres humanos le cuesta mucho trabajo admitir sus errores, en la lucha por erradicarlos es lo que nos hace ascender en el desarrollo.
Y parafraseando una vieja sentencia filosófica podemos decir “Me equivoco, luego existo”, porque el error recuerda, pese a nuestra arrogancia, la simpleza y sencillez del género humano que en el deporte logra desahogar la frustración de no ser perfectos.
Nos vemos pronto, pero mientras tanto sean felices siempre hay tiempo. Aquí les dejo mi correo: cimarrón1952@gmail.com, por si quieren criticarme o saludarme, ambas propuestas son bien recibidas.
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