
Por Gilberto Dihigo.-
Nada humano me es ajeno.
Después de los conflictos políticos entre partidos, no creo que exista en América otro caldo de opiniones más espeso, que genere más críticas, discrepancias, alegrías y enojos que el béisbol. Dentro de cada uno de nosotros vive un pelotero frustrado o bulle un incomprendido manager.
Es usual escuchar en metros, cantinas, oficinas, y por doquier que pulule un fanático beisbolero, acidas criticas contra uno o tal jugador o en el peor de los casos las referencias son saludos poco ortodoxos a las progenitoras de los managers. En esos debates improvisados se escuchan recetas como “yo habría puesto a fulano como relevo”; “la táctica era un toque de bola” y así hasta el infinito.
Y aunque el equipo triunfe la estrategia del manager es vituperada y llena de censuras hasta la saciedad. Los estrategas de café con leche nunca perdonan, son una suerte de sicilianos que solo quieren “vendetta”. Eso es fácil de entender porque el béisbol es una pasión nacional en algunos países, es el deporte-droga que adormece las conciencias e impide pensar durante el tiempo de su temporada.
Las dificultades que se atraviesan a nivel social son temporalmente olvidadas; es el deporte-religión que une a ricos y pobres, mujeres, hombres y niños por una misma y absoluta creencia: la del béisbol.
Forma parte del espíritu nacional en cada país que se practica , pese a la gran competencia del fútbol. Los seguidores del juego de pelota son leales e imbatibles en su devoción a las bolas y strikes.
No es raro por eso que las pasiones se disparan a cada rato y suben las palabras de tono. Afortunadamente la sangre nunca llega al río, porque en definitiva las críticas y criticados luchan por la misma causa de que el béisbol tenga más desarrollo y no pierda su condición de espectáculo.
En medio de ese huracán temperamental se encuentran los periodistas, quienes tenemos la sagrada misión de tomarle, con objetividad, el pulso a los diferentes problemas y darlos a conocer. Es cierto que dentro de esta profesión yacen agazapados “terroristas de la información” que en vez de llegar a un razonamiento justo o aproximado se dedican a encender hogueras de diferendos o alimentar resentimientos.
Eso no significa que detrás de cada opinión, sugerencia o desacuerdo periodístico encontremos encubiertos un trasfondo personal o malicioso.
Digo eso porque las tensiones con que viven peloteros, manager o directivos del béisbol provocan a veces reacciones negativas contra los soldados de la prensa cuando conocen un comentario crítico.
Esas “patadas de mula” proferidas en contra de uno u otro periodista, canal de televisión, emisora de radio o sencillamente blog personales las podemos entender desde un punto de vista humano. Nunca es agradable que nos señalen los defectos y menos que sea de conocimiento general, pero ese es un precio que se paga al tener una imagen pública.
Entonces, no es racional que manager, deportistas o directivos se ofendan por el criterio de un medio de prensa que parte de una verdad, la cual puede ser discutible, pero no pierde su condición de verdad y está muy lejos de ofender la dignidad, ni el esfuerzo de un equipo o un pelotero.
El cojo Talleyrand, ministro de Napoleón Bonaparte, dijo en una ocasión. “Conozco a alguien que tiene más espíritu que Napoleón, Voltaire, que todos los ministros presentes y futuros: la opinión pública”.
Tanto periodistas como directivos del béisbol laboramos para esa opinión pública y, aunque en ocasiones no estemos de acuerdo los unos con los otros, debemos mantener las mejores relaciones, ya que en definitiva nuestras contradicciones no son antagónicas y no hay que llegar a una guerra mortal donde no habrá ni derrotados, ni vencedores, todos perderemos.
Nos vemos pronto, pero mientras tanto sean felices siempre hay tiempo. Aquí les dejo mi correo: cimarrón1952@gmail.com, por si quieren criticarme o saludarme, ambas propuestas son bien recibidas.
