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El Palenque de Dihigo

El Principe no ha muerto

El pasado 25 de abril se cumplió 65 años de su muerte ocurrida en México mientras dirigía un equipo de beisbol, deporte al que dedicó toda su existencia.

Lázaro Salazar. Fuente Externa

Por Gilberto Dihigo.

Nada humano me es ajeno.

Nunca es tarde para honrar a un grande del deporte, sobre todo si esa figura posee contornos inmortales y se llama Lázaro Salazar, un cubano que tiene nicho perpetuo en la memoria de los aficionados al beisbol latinoamericano.

El pasado 25 de abril se cumplió 65 años de su muerte ocurrida en México mientras dirigía un equipo de beisbol, deporte al que dedicó toda su existencia. Para las nuevas generaciones el nombre de Salazar puede resultar desconocido, pero su accionar lleno toda una época dentro del beisbol latinoamericano y no pudo participar en Grandes Ligas en su tiempo debido a la absurda manía del tío Sam en medir la calidad de las personas por el color de su piel, sin embargo ya es considerado jugador de Grandes Ligas por su quehacer dentro de las Ligas negras que ya fueron admitidas por la MLB.

Salazar inició su vida deportiva en la categoría juvenil dentro de un torneo celebrado en el desaparecido estadio cubano Víbora Park, con el equipo Vasallo y Barrinaga. Para el estelar zurdo, el año 1928 resultó de intenso bregar, jugó en las escuadras Social del Cerro, Irombeer y los equipos de Miguel Loret y Armando Márquez. De ese último seleccionado sale para el pueblo Vereda Nueva a jugar en esa localidad muy cercana a La Habana.

En 1930 integra por primera vez los Cubans Stars de Tinti Molina. Estos equipos nombrados Cubans Stars se desempeñaban dentro del circuito beisbolero de la llamada liga de “color” en los Estados Unidos y la diferencia entre el de Tinti Molina y los de Pelayo Chacón era que en los primeros viajaban peloteros blancos cubanos, mientras que los segundos solo eran negros.

Posteriormente mostró su calidad con Cuban House of David, Cubans Stars de José María Fernández y New York Cubans. Es en Estados Unidos donde el periodista cubano Adolfo Font lo bautiza con el mote de príncipe. El hecho ocurrió así. Font visitó en su habitación a Salazar, quien se quejaba amargamente de la poca ropa que llevaba por salir rápido de Cuba.

Según Font en una crónica que escribió, el lamento del pelotero lo sensibilizó con su problema y al asomarse al ropero comprobó que la zapatera estaba llena de diferentes tipos de calzados, el ropero lleno de trajes caros y bonito, sin contar un baúl. Fue entonces que le acuñó su famoso mote. “Oye Salazar, tu dices que no tienes ropa, pero lo que hay aquí viste a un príncipe”.

A partir de ese momento se le conoció por ese apodo y le endilgaron el nombre de Belén por ser ese barrio donde creció. En los torneos profesionales cubanos, viste por primera vez la franela del club Almendares en el invierno de 1931. Ahí es su debut.

Una temporada después, se hace dueño de tres coronas del fuerte campeonato cubano: hits (30), carreras impulsadas(15) y bases robadas(13). Si eso fuera poco, en la competencia 1934-35, barrió con dos departamentos importantes: lanzador y bateo, además de ser designados el mas útil a su equipo.

Puerto Rico, Venezuela y República Dominicana se recrearon con su hábil juego. En la patria dominicana comanda un seleccionado por primera vez y su comienza no puede ser más feliz, Los Dragones conquistan el campeonato. Esa victoria marca una larga cadena de éxitos que tuvo como director.

Los venezolanos lo convirtieron en su ídolo en 1938 cuando lanza un desafío de 2o entradas y días después uno sin hits, ni carreras para llevar a los Gavilanes a la captura del primer puesto. Realmente es en México donde su firma adquiere matices de inmortalidad. El príncipe es considerado, en unión de Martín Dihigo y Ramón Bragaña, como los que ayudaron a desarrollar el beisbol mexicano. Los récords dejados son varios. Fue el mentor que más campeonatos ganó en la Liga Mexicana con siete banderines, tres de ellos en forma consecutiva (Industriales de Monterrey 1947-48-49) y como lanzador tiene el mérito de ser quien abrió las puertas de llegar a más de 100 victorias.

El “Príncipe de Belén o Azul, como llamaron por jugar siempre con Almendares cuyo color era azul, el inolvidable Lázaro Salazar, el orgullo de Cuba, hijo predilecto de Monterrey, es uno de los grandes de todos los tiempos del beisbol latinoamericano y su legado sigue vivo en las páginas espectaculares del beisbol latinoamericano. !El príncipe no ha muerto. Viva el príncipe. !
Nos vemos pronto, pero mientras tanto, sean felices, siempre hay tiempo.

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