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El Palenque de Dihigo

Hipocresía Periodística para Cooperstown

Los miembros de la elitista Asociación de Escritores de Béisbol de Norteamérica por nueve años se dieron el lujo de no seleccionar a ningún pelotero al recinto donde se encuentran los mejores jugadores de béisbol, quienes llegaron a ese espacio por sus excelentes resultados dentro de la disciplina.

Salón de la Fama de Cooperstown. Fuente Externa

Nada humano me es ajeno.

No me gusta calificar a los periodistas por ética profesional y conozco por experiencia que el periodismo es un trabajo difícil donde por lo general los redactores siempre se encuentran al borde del risco del descrédito por sus opiniones,  pero en medio de los momentos complejos la objetividad siempre es la mejor bandera y no la hipocresía santurrona de juzgar en base de elementos que no vienen al caso como es la votación al salón de la fama del béisbol en Cooperstown.

Los miembros de la elitista Asociación de Escritores de Béisbol de Norteamérica por nueve años se dieron el lujo de no seleccionar a ningún pelotero al recinto donde se encuentran los mejores jugadores de béisbol, quienes llegaron a ese espacio por sus excelentes resultados dentro de la disciplina.

Ninguno de los ya elegidos arribaron por ser patriotas, buenos esposos, tener buen carácter, ser amistosos con la prensa, no beber en abundancia o ser vecinos obsequiosos. Nada de eso, todos llegaron al salón de la fama por ser excelentes  en el bateo, pitcheo y otras calificaciones dentro del deporte. Nada más.

De juzgarse el carácter personal, Ty Cobb nunca hubiese integrado el templo de los inmortales debido a su genio imparable, de igual forma estaría Ted William, nada afable con la prensa durante su etapa activa y en el caso de la bebida, el fenomenal Babe Ruth se habría quedado en el camino.

Pero ninguno de ellos fueron juzgados por esas características sino por la misma regla del salón de la fama que estipula para la elección: los números de esos peloteros, su capacidad para jugar, su espíritu deportivo, su carácter  y las contribuciones para los equipos en los que hayan jugado. Cuando se habla de carácter es sin dudas desde el punto de vista deportivo, no social.

El dilema de esos periodistas para elegir a varios seleccionados es por el llamado periodo de los esteroides donde varios de ellos se vieron envueltos. Y en realidad de esa época todavía a estas alturas no sabemos a ciencia cierta quienes emplearon los suplementos  y no aparecieron como presuntos consumidores. A decir verdad la culpabilidad es de todos los que tienen que ver con el béisbol

Esa etapa de regocijo de los esteroides en general llenaron  las cuentas bancarias de dólares para los dueños de equipos, cadenas de televisión, emisoras de radio,  anunciantes, marcas deportivas; los periodistas escribieron crónicas llamativas, los entrenadores disfrutaron el éxito y los aficionados colmaron los estadios jubilosos por los jonrones.

Nadie dijo nada y la hipocresía del silencio por los intereses provocó que los periodistas de béisbol, dueños de equipos, emisoras de radio, cadenas de televisión, marcas deportivas y aficionados miraran hacia otro lado cuando en el fondo todos sabíamos  que algo raro pasaba.

Y como siempre ocurre la soga se rompió por lo más delgado que fueron los jugadores, quienes cayeron desde lo alto del pedestal de la admiración. La vida deportiva de un pelotero es limitada y en este mundo donde todo gira en torno al dinero y ser el mejor resultaba lógico que todos consumieran un medicamento que los mantendrían más sanos.¿Eso era bueno para ellos? No, pero es la realidad de nuestros tiempos donde el dinero importa mas que la propia salud.

¿Los esteroides hicieron batear más jonrones a  Bond o Mark McGwire o que Clemens fuera hermético en la lomita? No lo creo. ¿Qué no fue ético usarlo? . Es verdad, pero la época fue el resultado de esas acciones donde todos somos culpables de una forma u otra.

No es casual que en el 2013 cuando aparecieron en las boletas Barry Bonds y Roger Clemens los escritores de béisbol de Estados Unidos no eligieron a nadie como ocurrió en el penúltimo año que aparecieron en el listado de selección ambos jugadores. Los periodistas de béisbol no son monjes sacros del Tibet y es indignante que detrás de convicciones santurronas dejen 14 boletas en blanco.

Es tiempo de cambiar el sistema de votación al salón de la fama y aprovechar también el criterio de los periodistas hispanos que escriben en los países latinoamericanos donde surgieron una gran masa de jugadores que hoy despliegan su talento en Grandes Ligas y que año tras año en muchos casos no tienen los votos necesarios debido tal vez a designios oscuros en las mentes de muchos periodistas.

¿Y por qué no escuchar de una forma u otra la opinión de los aficionados?. Basta ya que un grupo de personas decidan de manera tan negativa en la vida de hombres que hicieron grandes esfuerzos y se sacrificaron jugando cientos de juegos dentro de sus vidas deportivas con hazañas extraordinarias.

Bonds es 14 veces todos estrellas de Grandes Ligas y se mantiene solitario como ser el  jugador más valioso en la historia de las Grandes Ligas con siete distinciones en su haber, pero además es el líder de todos los tiempos en jonrones con 762 en total  y Clemens, es el único ganador siete veces del Cy Young. ¿Todo eso lo consiguieron por los esteroides?. No lo creo.

Los escritores sólo deben juzgar la valía de los jugadores dentro del deporte, eso nada más se les pide. Sin embargo en 1945, 1946, 1950, 1958, 1960, 1971, 1996, 2013 y ahora en el 2020 al parecer ni un solo pelotero les pareció lo suficientemente bueno como para ser elegido al salón de la fama. Increíble.

Reglas claras que digan que si los peloteros cometen abuso contra sus esposas, se enamoran de mujeres mas jóvenes, consumen esteroides, son borrachos o incurren en otros delitos no deben ser elegibles en lo adelante. Mientras eso no suceda los periodistas de béisbol solo deben elegir a quienes son mejores entre los mejores en este deporte. Eso solo se les pide. Por favor no hagan otra cosa.

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