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Entorno Deportivo

Deportes/percepciones

Tampoco es una percepción que el deporte y sus entidades han crecido de manera exponencial y que las necesidades para el financiamiento de dicha actividad se multiplican por mucho respecto a tal crecimiento.

Por DiMaggio Abreu

El presupuesto del Estado para el deporte está por debajo de las necesidades de este, probablemente, desde que se creó en 1975 lo que es hoy el Ministerio de Deportes y Recreación. Esto no es una percepción, es la realidad.

Tampoco es una percepción que el deporte y sus entidades han crecido de manera exponencial y que las necesidades para el financiamiento de dicha actividad se multiplican por mucho respecto a tal crecimiento.

Las exigencias de recursos que desde la pirámide del deporte se hace al ministerio correspondiente, parecen desbordar las posibilidades de complacerlos, a un punto tal, que hay quienes dicen, de manera eufemística, que si al sector se le entregara el Presupuesto General de la Nación, tampoco alcanzaría para llenar las apetencias de todo el entramado deportivo nacional.

Es como si muchos no supieran o pretendieran ignorar, que del presupuesto de cada año el Ministerio debe parar una nómina numeraria, reparación de infraestructuras en todo el país, la construcción de obras nuevas, ejecutar proyectos, hacer aportes fijos mensuales a más de una treintena de federaciones nacionales.

De tal Presupuesto debe el Miderec (otrora Sedefir) sacar cuotas para respaldar compromisos internacionales del Comité Olímpico y sus federaciones afiliadas, muchos de ellos traídos al país sin otro sentido que el de colmar las ansias ególatras de dirigentes y formas de atraerse más recursos.

Aparte de las federaciones, se tiene la percepción de que, desde las altas instancias del olimpismo criollo se exageran las exigencias, con el fin elevar el número de delegaciones y delegados, como ocurrió este año con los Juegos Bolivarianos de Valledupar, cuando desde dicho litoral se amenazó con tomar dinero prestado para llevar más de 400 atletas, préstamos que al fin y al cabo pagaría el Estado.

Concomitante con los Bolivarianos se envió una delegación a los Primeros Juegos Caribeños celebrados en isla Guadalupe. En nuestra óptica, unos juegos del Caribe deben ser en exclusiva para los países de las Antillas Menores, en los que no deben involucrarse Cuba, República Dominicana, Puerto Rico (a lo sumo Jamaica y Haití), porque están en un nivel superior a aquellos.

A todas esas presiones se agregan las que ejercen quienes se creen una casta superior al resto de los dominicanos, cuando han alcanzado logros significativos como medallas olímpicas o mundialistas y que hay que complacerlos en todo, como donarles vivienda, sumas millonarias en efectivo y que después de eso hay que estar pendientes de ellos 24/7 mientras vida tengan.

Una falsa percepción ocurre en este país, en especial entre gente que opina sin tener pleno conocimiento de cómo son las cosas. Ocurre cada vez que un atleta de estrato humilde gana una medalla en una cita internacional relevante (Juegos Olímpicos, Panamericanos y Centrocaribeños) y comienzan a decir que el Gobierno no lo ayuda.

Con excepción de algunos deportes de ricos, ningún atleta humilde alcanza un nivel de medallista si no es gracias al aporte del Estado a través del Ministerio de Deportes, vía la federación correspondiente, lo cual incluye el pago de sus entrenadores y toda una logística muy costosa.

Por muy dadivoso con el deporte que sea el presidente de turno (Y Luis Abinader lo es), será difícil complacer en el presente y en el futuro las exigencias del deporte dominicano. Ver el ejemplo del Banco de Reservas, que por mandato de Abinader ha asumido el rol que correspondería al sector privado en financiar una parte de los grandes eventos deportivos. Desde afuera se percibe que esa entidad está “hasta la coronita” de tantos pedidos.

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