Dovan Carrillo/ (Wally Skalij / Los Angeles Times)
LEÓN, Mexico.- Donovan Carrillo es el mejor patinador sobre hielo de la historia de México, lo que es un poco como ser el mejor bartender en una convención de abstinencia o el mejor orador en una escuela de mimos.
Es un gran logro, pero no uno que sea ampliamente entendido o apreciado.
Y eso explica en gran medida por qué Carrillo se ha estado preparando para los Juegos Olímpicos del próximo mes en un centro comercial, en una pista de hielo de tamaño reducido situada entre una agencia de viajes y una tienda de importación japonesa, compartiendo el hielo con adolescentes y sus parejas y con asustados niños de preescolar que se tambalean con patines alquilados.
“No es como si voy al supermercado y todo el mundo me pida fotos”, dijo Carrillo.
En 2018, se convirtió en el primer mexicano en calificar para los campeonatos mundiales varonil junior de la Unión Internacional de Patinaje, y al año siguiente, se convirtió en el primero en aterrizar un triple axel, uno de los saltos más difíciles del patinaje artístico. Desde entonces, Carrillo ha logrado seis clasificaciones entre los 10 primeros en los principales eventos internacionales y ha añadido el difícil cuádruple salchow a su repertorio.
Pero en un país que tiene casi tres veces más aeropuertos internacionales que pistas de patinaje, él es casi desconocido, incluso donde entrena. Cuando un visitante llegó a la pista de patinaje una mañana reciente y preguntó por Carrillo, la única mujer que estaba detrás del mostrador respondió con curiosidad: “¿Quién?”.
Todo eso podría cambiar el mes que viene en Pekín, donde Carrillo, de 22 años, se convertirá en el cuarto patinador artístico mexicano – y el primero desde 1992 – que compite en los Juegos de Invierno, el último giro en un complicado y quijotesco viaje que comenzó con un romance en la escuela primaria.
“Las personas al principio se reían de mí”, dijo. “Pero he logrado múltiples cosas para mí, para mi deporte y para mi país. En algún momento, la gente va a ver que estaba equivocada”
El Ice Sport Center, escondido en un rincón del centro comercial Plaza Mayor, es tan oscuro y húmedo como una mina de carbón, con una pista de menos de dos tercios del tamaño de una superficie olímpica. Sin embargo, dos veces al día, Carrillo hace el trayecto de 15 minutos desde la casa que comparte en León con Gregorio Núñez, el único entrenador que ha conocido, conecta una bocina a su teléfono móvil y patina al ritmo de “Black Magic Woman” y “Shake It” de Santana, las canciones que utilizará en su programa de 2 minutos y 40 segundos en Pekín.
Cuando los patinadores recreativos se unen a él en el hielo, los propietarios de la pista hacen que Carrillo apague la música, dejándole que la imagine en su cabeza. Para algunos patinadores de competencia, la música es casi un ruido de fondo, el GPS que les guía en su actuación. Para Carrillo, la música es la actuación.
“Desde que era pequeño, siempre me apasionó la música, sintiendo la voz y todas las sensaciones de los artistas que intentaban expresar”, dice Carrillo, cuyas interpretaciones se ven favorecidas por un rostro expresivo y anguloso en el que predominan los pómulos, acentuado por unos ardientes ojos marrones y una amplia y brillante sonrisa.
Esa sonrisa se muestra constantemente, incluso cuando se prepara para los exigentes saltos. “A veces, los atletas se centran solo en la técnica o en los saltos. Yo intento estar un poco más con el público, expresándome y sintiendo las emociones, aunque el patinaje no sea perfecto”, añade Carrillo, que, a pesar de su arte, parece frágil y vulnerable sobre el hielo, lo que también juega a su favor con el público y los jueces.
Fue a través de la música, y no de su patinaje, como Carrillo atrajo por primera vez la atención del público en México. Cuando patinó al ritmo de “Hasta que te conocí”, de Juan Gabriel, en el ISU Junior Grand Prix de 2016 en Japón, el video de la actuación se hizo viral en México, donde se interpretó como un homenaje al legendario cantante, fallecido apenas dos semanas antes. En realidad, Carrillo había elegido la canción nueve meses antes para honrar a su madre, que la cuenta entre sus canciones favoritas.
El patinaje no fue el primer amor de Carrillo, pero fue su primer amor el que le atrajo al patinaje. Sus padres, ambos profesores de educación física, animaron a sus hijos a hacer deporte desde pequeños, y Carrillo empezó a practicar clavados y gimnasia a los 3 años, y más tarde probó el futbol y el karate.