Estricto como siempre, Joey llamaba todos los domingos mientras cursaba sus estudios universitarios y después de iniciar su carrera profesional en el béisbol, cambió al lunes el día de llamar a casa. Siempre los lunes. Por algún motivo, en las horas posteriores al regreso de Álex a Caguas, el usualmente consistente y predecible Joey llamó a su casa un jueves. Álex asume que su entrenador universitario, Jim Morris, había llamado a Joey para comentarle de la situación.

José Manuel Cora había preparado a su hijo para un momento como este, un momento digno de un patriarca.

“¿Qué ca—- estás haciendo ahí?”, le dijo Joey a su hermano menor.

Álex le explicó lo nostálgico que se sentía y por qué no podría jugar al campocorto de inmediato en Miami y que podía jugar al béisbol en otro lugar.

Joey le advirtió a Álex que, si éste no tomaba el próximo vuelo a Miami, Joey volaría a Puerto Rico y lo empujaría para meterlo en un avión que lo llevara de vuelta a su universidad.

Joey Cora recuerda: “No tenía opción. Debía regresar. Él pensaba que ya era todo un hombre en ese entonces, pero ni siquiera estaba cerca de ello. Estaba aprendiendo a ser un hombre”.

“Volvió a la universidad y asumió la propiedad de su vida. Y esa es la razón por la cual ha sido tan exitoso”.

“Esa llamada telefónica”, indica Álex Cora, “cambió el rumbo de mi vida”.

Álex se convirtió en una estrella en la Universidad de Miami, fue tomado en la tercera ronda del draft 1996 por Los Angeles Dodgers y dos años después, hizo su debut en Grandes Ligas; por coincidencia, en un partido contra los Mariners, con Joey en la segunda base presenciando el primer turno al bate de Álex en las Ligas Mayores.

Años después, en el otoño de 2017, se le informó a Álex que se convertiría en el nuevo manager de los Boston Red Sox. Su primera llamada telefónica fue a Joey. “Lo hicimos”, le dijo.

Los hermanos Cora hablaron brevemente sobre la idea de contar con Joey en el staff de coaches en Boston; no obstante, Joey le dijo a su hermano que se sentía contento en Pittsburgh, con su familia asentada en esa ciudad. “En muchas formas, debido al respeto que Álex siente por su hermano, eso fue un gran alivio para Álex”, afirmó Rodríguez.

A finales de octubre pasado, Joey estaba presente en las tribunas del Dodger Stadium de Los Ángeles, viendo a Chris Sale en la lomita durante el noveno inning del Juego 5 de la Serie Mundial. Faltaba un out para que el hermano menor de Joey Cora se convirtiera, una vez más, en campeón, luego de haber formado parte del equipo de Boston que se apropió del título en 2007 y servir como coach de banca de los Houston Astros en 2017.

Un out para terminar. Sale lanzó una slider cerca de los pies de Manny Machado. Un swing fallido y momentos después, Álex Cora levantó el trofeo sobre su cuerpo y como espectador, la felicidad de Álex se convirtió en la felicidad de Joey. Éste comenzó a pensar en asistir al desfile en Boston, en celebrar la victoria de los Red Sox; sin embargo, la disciplina impartida por José Manuel Cora estaba tan incrustada en su ser que todo terminó siendo un imposible. Como miembro de la organización de los Pittsburgh Pirates, Joey sintió que eso habría sido un error de su parte, cuando Pittsburgh se encuentra persiguiendo su primer título desde 1979, para así celebrar su propio desfile triunfal.

A pesar de todo, más allá de la distancia en espacio o tiempo, el nexo entre los hermanos Cora persiste. Esta primavera, Joey se encontraba en Bradenton, Florida, en el complejo de entrenamientos primaverales de los Pirates, respondiendo preguntas de los medios de comunicación relativas a ese último día de la Serie Mundial Universitaria de 1996.

Joey recordó haber llegado temprano al clubhouse de visitantes en Kansas City para desayunar, tomar el mejor asiento y ver a Álex en televisión. Recordó cómo su hermano menor conectó un doble para darle ventaja a Miami y cómo sus compañeros en los Mariners se burlaban inofensivamente de Joey. “Pudo haber sido el Jugador Más Valioso”, afirmó Joey esta primavera. “Tuvo tremenda serie y su equipo iba a ganar”.

Un out más. Un último swing. Warren Morris lo cambió todo y Álex cayó abatido en el infield.

Veintitrés años después, Joey Cora recordó ese momento y sus ojos comenzaron, una vez más, a llenarse de lágrimas. Pensando en su hermano menor, a quien adora.

VÍA: ESPN