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Santo Domingo, 29 jun (EFE).– Después de ganar tres medallas en los Juegos Centroamericanos y del Caribe, la guatemalteca Sophia Hernández es acosada por un sueño retinto oscuro, el color del caballo que espera dominar en los Panamericanos de Chile.
Hernández fue la figura principal del equipo guatemalteco, colocado segundo en pentatlón con dos preseas de plata y dos de bronce, detrás de México, con cinco de oro, y dos de plata y delante de Cuba, con una plata y tres bronces. Está contenta con los logros, pero cree que antes de viajar a Chile puede superarse a sí misma.
«Debo trabajar la carrera y sobre todo en el tiro porque no estuve a la altura en Santo Domingo, además tengo que mantener el nivel en las otras disciplinas; en el pentatlón nunca puedes prometer una medalla, sí trabajar para ganarla», señaló.
Los guatemaltecos compiten en los Centroamericanos y del Caribe sin el nombre de su país en el uniforme. Tampoco escuchan el himno nacional si ganan, por una sanción al país centroamericano relacionada con la violación de la carta olímpica por parte de su gobierno.
«Mi camiseta no tiene el nombre de Guatemala, no lo pueden ver, pero está ahí, metido en mi corazón. Estamos muy orgullosos de nuestro país», comentó la pentatleta, subcampeona hace cuatro años en el relevo femenino de los juegos regionales de Barranquilla 2018.
Sophia, una mujer de media estatura, 26 años y piernas fuertes, cree que los buenos resultados de Guatemala en el pentatlón están relacionados con el trabajo del entrenador egipcio Walid Sayed, quien además de aportar sus conocimientos y ser exigente, da prioridad a la armonía del grupo.
«Somos muy unidos; Sayed nos trata como familia, es el papá, nosotros los hijitos y vamos detrás de él. Promueve la competencia sana y eso ayuda mucho», confiesa.
Según la guatemalteca, competir en individuales en pentatlón tiene algo de egoísmo; sin embargo, cuando la competencia es por equipos el deportista cambia porque debe asumir que todos cometen errores y, en vez de reclamar por la falla de un compañero, lo apoya.
«Por equipos entra el sentimiento de grupo, de hermandad porque haces click con tu pareja», explica.
De mejorar la carrera y ajustar la puntería con la pistola, Hernández cree que las medallas en los Juegos Panamericanos estarán a la vista.
Queda pendiente el asunto de los caballos porque la competencia de ecuestres es azarosa, pero la chica de Guatemala es una optimista de raza. Se imagina un animal manso, juega con la posibilidad de crear empatía con él y con hablarle al oído.
«Ayúdame, amigo, le diría al retinto oscuro», confiesa la campeona.
Gustavo Borges
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